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La movilidad es uno de los puntos primordiales en la calidad de vida en los contextos rural y urbano. En este sentido, hoy Colombia debate la pertinencia de un metro elevado para Bogotá o la funcionalidad de la línea de la Avenida 80 del Metro de Medellín. ¿Qué factores cambian con tener un tren elevado o subterráneo? Desde la docencia y la investigación se aportan consideraciones que dinamizan el discurso sobre la influencia de las estructuras de los sistemas de transporte en la cotidianidad de las ciudades y sus habitantes.

 

 

 

Cuando se determinó un sistema de transporte elevado para el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, se abrieron las opciones de movilidad de la población de los diez municipios que lo integran, y a la par, comenzaron a darse fenómenos que han afectado su calidad de vida. En plena construcción de la línea de la Avenida 80, el profesor Ludger Oswaldo Suárez-Burgoa, investigador principal del tema de movilidad del Departamento de Ingeniería Civil de la Facultad de Minas, señala que el futuro del Metro en esta región depende en gran medida de la adopción de soluciones subterráneas que, a su juicio, son las mejores opciones a largo plazo.

 

El hacinamiento que se ve entre las estaciones Parque Berrío y Prado de la Línea A del Metro de Medellín y las afectaciones que se han dado a terrenos privados en sus treinta años de historia son evidentes. Sin decir que un sistema ferroviario subterráneo sería un campo de flores, el panorama continental es alentador: “el tren de Lima, Perú, y los proyectos de trenes subterráneos como los de São Paulo, Brasil, y Santiago de Chile, que se proyectan en los próximos 25 años, tienen la ventaja de generar un menor impacto en el espacio público y en las expropiaciones, ya que las estaciones pueden ubicarse debajo de parques y plazas. Esta práctica reduce la necesidad de afectar terrenos privados, algo que ha sido una dificultad en los proyectos de infraestructura en nuestra región”, Suárez-Burgoa.

 

Estas ideas hacen parte de las reflexiones derivadas del Curso Internacional de Túneles Urbanos de la Universidad de Medellín en el que el profesor Suárez-Burgoa participó con su grupo de estudiantes de la asignatura de Túneles de la Maestría en Geotecnia de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia. En este certamen, que finalizó el viernes 28 de febrero de 2025 se reunieron expertos y empresas internacionales que lideran en el mundo conversaciones sobre el uso del espacio subterráneo para fines de sistemas de movilidad masiva. En este curso se expuso la total viabilidad que tiene la tecnología actual de túneles para excavar en cualquier condición geológica-geotécnica, siendo el Valle de Aburrá un caso común de mediana complejidad para las tuneladoras de cuarta generación que se están construyendo.

 

“La movilidad subterránea tiene ventajas en cuanto a sostenibilidad y costos bajos, también en cuanto a disminución de distancias de recorridos; y por lo tanto, de costos energéticos y de tiempo de viaje, además de reducir las afectaciones en zonas de interés Ambiental y brindar la creación de rutas nuevas. Un ejemplo exitoso son los deprimidos del sistema vial del Río Medellín”, declaró Álvaro Castro Caicedo, investigador de rocas y suelos de la Facultad de Minas. También destacó que en el mundo existen muchos ejemplos de movilidad subterránea, no solo de metros, también hay peatonales, comerciales y de centros de entretenimiento.

 

La necesidad de un conocimiento detallado de las condiciones del subsuelo de la región es un asunto que no ha sido suficientemente priorizado. Sin embargo, desde diferentes instancias, las universidades de la región han ofrecido el conocimiento necesario para implementar este tipo de proyectos, aunque ya sea tarde si se quiere comenzar a actuar en la planificación del espacio subterráneo para el bienestar de la región. En el caso de la estación de San Germán de la Línea 80, por ejemplo, será de uso mixto, con un edificio sobre ella destinado a fines distintos al sistema de transporte, lo cual se evidencia una tendencia a dar un valor agregado a predios expropiados.

 

La experiencia del Metro de Medellín ha influido en la planificación del metro de Bogotá, cuyas autoridades se han visto envueltas en una controversia sobre si las rutas deberían ser subterráneas, elevadas o en superficie. Suárez-Burgoa destaca que, en otras ciudades del mundo, como Santiago de Chile, es común encontrar una combinación de tramos subterráneos, elevados y a nivel, adaptándose a las características geográficas y urbanísticas de cada zona. El problema en Bogotá, según el investigador, es que el debate sobre la ubicación de las rutas ha retrasado considerablemente el avance del proyecto, mientras en Medellín, la falta de una verdadera expansión del metro subterráneo ha dejado en evidencia las limitaciones del modelo de transporte de la ciudad.

 

En cuanto a la perspectiva a largo plazo, el profesor Suárez-Burgoa advierte que, si no se actúa con urgencia, el sistema de metro en Medellín podría colapsar antes del 2040. La concepción y construcción de un sistema de metro subterráneo requiere de una planificación exhaustiva, que incluye estudios hidrogeológicos, geotécnicos y un diseño cuidadoso de las infraestructuras. Lamentablemente, señala que en el Valle de Aburrá aún no existe la convicción política ni técnica para desarrollar estas soluciones subterráneas a gran escala, y los recursos disponibles ya han sido destinados a otros tipos de proyectos.

 

En este sentido, la clave para el futuro de la movilidad subterránea en el Valle de Aburrá será una correcta planificación que, tal como señala Suárez-Burgoa, permita un equilibrio entre el desarrollo de la infraestructura y el respeto por las propiedades y espacios públicos ya existentes. A largo plazo, esto no solo contribuiría a una mejor movilidad, sino que también tendría un impacto positivo en la calidad de vida de los habitantes, al reducir la congestión vehicular y la contaminación.

 

Los investigadores resaltan que la sostenibilidad del metro en la región del Valle de Aburrá dependerá de una mayor colaboración entre las autoridades locales, las universidades y las empresas de transporte. El compromiso con la planificación a largo plazo será la única manera de garantizar que el sistema de metro no solo resuelva los problemas actuales de movilidad, sino que también esté preparado para las necesidades futuras de la región.

 

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