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Cerca del 98% de los microorganismos que viven en el material particulado del aire de Medellín son bacterias, y algunas de ellas pueden llegar a ser patogénicas. Simón Villegas Velásquez, investigador del grupo One Health de la Facultad de Minas, analizó las características de cerca de 2.000 microorganismos para contribuir en el estudio y mapeo de la complejidad del aerobioma presente en las partículas PM 2.5 y sus posibles efectos sobre la salud de los habitantes del Valle de Aburrá.

 

Filtro durante el proceso de extracción de ADN de una muestra de 24 horas de aire de Medellín. Cortesía Simón Villegas.

 

Este es un esfuerzo colaborativo de cinco años por parte de un grupo de científicos del Grupo de Investigación en Higiene y Gestión Ambiental —GHYGAM— del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, el grupo GISA de la Facultad Nacional de Salud Pública de la UdeA, en alianza con el laboratorio One Health de la Universidad Nacional de Colombia. Está financiado por el Sistema General de Regalías —SGR— y se enmarca en el Programa Gestión del Conocimiento en Contaminación Atmosférica y sus Efectos en la Salud. 

 

La red académica y científica alertó a la región sobre los efectos que los microorganismos que viven en las PM2.5 —algunos de ellos resistentes a los antibióticos— podrían tener a futuro. “No solo es la concentración de este material, sino la composición, y eso no está contemplado en la norma. En lugar de los tradicionales análisis microbiológicos, me concentré en caracterizar las comunidades de microorganismos presentes en el material particulado a partir de su material genético, no a partir de su capacidad para crecer en medios de cultivo”, señaló, cuya investigación destaca la importancia de entender no solo en cuántos miligramos de material particulado están presentes, sino qué sustancias y microorganismos componen ese material.

 

El estudio identificó algunas bacterias con características extremófilas, es decir, adaptadas a las condiciones adversas del material particulado, como su bajo pH y la constante exposición a radiación solar. Esta resiliencia les permite sobrevivir en un entorno extremadamente hostil, lo que subraya la capacidad de adaptación de la vida microbiana en condiciones urbanas altamente contaminadas. Además, algunas muestran señales de resistencia intrínseca a ciertos antibióticos, una alerta severa para la salud pública.

 

  

“El material particulado puede atravesar la pared alveolar y las barreras naturales del sistema respiratorio, entrar al torrente sanguíneo y alcanzar órganos como el corazón, los riñones, el cerebro o la placenta. Está relacionado con enfermedades cardiovasculares, infartos, cáncer renal, diabetes, complicaciones en el embarazo y muerte fetal”, advirtió el equipo científico.

 

Simón Villegas defendió que muchas bacterias tienen efectos positivos en la salud. “Bacteria no es sinónimo de infección. En esta investigación encontramos tanto bacterias patógenas potenciales como bacterias con propiedades beneficiosas. Algunas bacterias presentes en el aire pueden ser patógenas oportunistas, lo que significa que pueden afectar a personas con sistemas inmunitarios comprometidos, como niños, adultos mayores o pacientes inmunosuprimidos. Sin embargo, están las que tiene la capacidad de degradar contaminantes, lo cual podría ser aprovechado para generar acciones desde la biotecnología para mitigar la contaminación atmosférica y su efecto en la salud”.

 

Uno de los puntos más fuertes de este trabajo es su enfoque interdisciplinario. Este estudio ilumina el rumbo de los sistemas de gestión del riesgo y calidad del aire, no solo en los periodos de contingencia ambiental y en ese sentido es necesario que haya un trabajo en red por parte de las universidades, las autoridades ambientales, los tomadores de decisiones y la ciudadanía. La contaminación atmosférica tiene múltiples efectos sobre la salud humana y la de la ciudad.

 

“Este proyecto salió de lo técnico, de los puros efectos en salud, mutagénicos, microbiológicos, y se adentró en un lenguaje ecológico que le llegue al ciudadano de a pie. La divulgación de estos resultados es fundamental para sensibilizar a la población sobre los riesgos invisibles que representa la contaminación atmosférica, por ello se desarrolló un modelo educomunicativo orientado a superar las barreras del lenguaje técnico y conectar con el público general, un ejercicio que se enfocó en conductores de volquetas y taxis, por ser algunos de los que más emiten contaminantes en el Valle de Aburrá”, precisó Villegas Velásquez, y reiteró que debe seguir comunicándose.

 

De todo este trabajo se derivó un metamodelo basado en una arquitectura de datos y un enfoque tecnológico, con base en datos químicos, meteorológicos y médicos, a través del cual se puede identificar qué sustancias están en el material particulado y cuál es su origen. Dicha información se está entregando a las autoridades para incidir en la toma de decisiones sanitarias y ambientales basadas en datos científicos.

 

El equipo de investigadores hace un llamado a la acción, no solo a las autoridades académicas, sino también a los tomadores de decisiones y a la comunidad en general. El análisis, centrado en una estación de monitoreo del área metropolitana de Medellín, deja claro que el problema de la contaminación atmosférica es mucho más amplio y diverso y que constituye una amenaza respiratoria, cardiovascular y social.

 

“Todo esto deriva en un llamado al trabajo interdisciplinar para ver cómo la planificación urbana puede funcionalmente mejorar”, concluyó el investigador. La calidad del aire no es solo un desafío a la salud pública sino que pone en cuestión la sanidad de las actuales configuraciones urbanas y, para mejorar estos escenarios, se requiere la colaboración y eficiencia de todos los sectores sociales, sanitarios, ambientales, médicos y políticos. 

 

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