Escudo de la República de Colombia Escudo de la República de Colombia

Por: Mónica Sofía Restrepo León1.

1 Estudiante de segundo semestre de Ingeniería de Sistemas e Informática en la Universidad Nacional, Sede Medellín. Campeona Panamericana de Tiro con Arco y feminista.

 

Actualmente se conoce que cerca de un 22% de profesionales que se dedican a trabajar en los campos de Ciencias de la computación y afines, como la Ingeniería de sistemas [1] son mujeres, lo que vemos como “algo aparentemente normal”, pues se da por aceptado que las mujeres estamos en un proceso de apropiación progresiva de espacios en ciencia, tecnología e ingenierías. Sin embargo, ¿Fue siempre esto así? ¿Siempre hemos sido tan pocas mujeres y apenas estamos entrando a este campo profesional? ¿Cómo se ha escrito la historia de las Ciencias de la Computación y la Ingeniería de Sistemas?

 

Resulta que, en realidad el número de mujeres a lo largo de los años ha disminuido en vez de crecer, contrario a otras áreas STEM. Si bien, hay elementos que juegan un papel importante en determinar el número de mujeres en un campo, este es uno que particularmente se ha cerrado considerablemente en su inclusión, puesto que, no siempre se impulsa a niñas desde la escuela primaria, ni a mujeres adolescentes desde la secundaria, a seguir este camino. Sin embargo, no siempre fue así, y mediante las siguientes líneas, quisiera llevarlos por la historia poco conocida de este campo; una historia con alta participación de mujeres pioneras, quienes ahora no son recordadas ni referenciadas, e incluso a veces son desplazadas socialmente, puestas a un lado o minimizadas en el campo de las Ciencias de la Computación.

 

Cuando este campo era algo menos reconocido y prestigioso, por los años 60´s, las mujeres se hacían notar aún más, de hecho, el 27% eran mujeres a nivel global (una cifra notable ya que no toda la población femenina trabajaba), y entre los roles que desempeñaban se contaban calculistas, programadoras, y otros empleos sin mucho reconocimiento en su tiempo. [2]

 

En 1950 la reconocida multinacional estadounidense IBM incluso lanzó una campaña titulada: “My fair ladies” (Mis bellas damas) para reclutar mujeres. A pesar de ser un esfuerzo avanzado para su época, aún se enfatizaba en lo “bonitas” que serían estas damas, y no se hacía mucha campaña para mujeres en el desarrollo del hardware, un trabajo considerado no tan “bello” ni “apto” para las manos de una mujer. Para la misma época, también se planteaba la maternidad como un “obstáculo”, y se descargaba toda la responsabilidad del cuidado de los hijos a las madres. Por ejemplo, en Virginia existía una ley por la cual las mujeres deberían dejar su trabajo, o reducir sus horas activas para dedicarse al cuidado de los hijos.

 

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En 1957, Elsie Shutt fue despedida de su trabajo por esta ley, así que fundó Computations INC, una firma de consultoría que escribía código para corporaciones, también iba más allá y contrataba madres: “programadoras embarazadas”. Atrayéndolas con horarios de trabajo más flexibles y beneficios para sus hijos. [2]


Poco se ha visto este esfuerzo por atraer mujeres a campos de tecnología, y es increíble que se viera con tanta frecuencia considerando los tiempos. La naturaleza estable del trabajo en tecnología prometía ser un refugio para madres que decidieran continuar con sus carreras profesionales y laborales.


Muchísimo antes también estaban las mujeres activas. Ada Lovelace (1825 – 1852) ahora es reconocida como la primera programadora por publicar el primer algoritmo informático, pero tomó mucho tiempo para que se le pudiera conferir este título, y su historia suele pasar desapercibida cuando se habla de los grandes pioneros de la informática.

 

Algo sobre estas ciencias parece atraer mentes brillantes y “parias” en la sociedad. Alan Turing (1912 – 1954), considerado un padre de las ciencias de la computación y héroe de la segunda guerra mundial, fue perseguido en 1952 por “actos homosexuales”. ¿Su castigo? Un tratamiento hormonal para reducir su libido, poco después murió por envenenamiento de cianuro, fue considerado un suicidio.

 

Podríamos pensar que, con estos próceres de la informática, las Ciencias de la Computación y la Ingeniería de Sistemas se convertirían en una profesión “refugio” para minorías, pero en 1984, cuando la atención del mundo se enfocó en la tecnología y se volvió algo más prestigioso, las mujeres empezaron a ser marginadas de este campo. Los anuncios y comerciales estaban hechos con una mirada masculina, claramente con esta población en mente. La aparición de las mujeres en estos anuncios era escasa, y cuando aparecían, lo hacían como adornos, y se objetivaba sexualmente los cuerpos para llamar la atención, por lo que era común ver en estas publicidades a mujeres insinuándose sexualmente. La publicidad insinuaba que las nuevas tecnologías para las mujeres eran solo una atracción masculina, algo valioso en posesión del hombre que lo hacía un objeto de deseo. Para el hombre además de ofrecerle todo el nuevo mundo que la tecnología podía ofrecer, le ofrecía mujeres bellas que lo desearan. Este tipo de publicidad dejaba claro para quien se estaban creando estas tecnologías. [9]

 

La llegada de las computadoras personales también significó la llegada y el refuerzo de valores conservadores comunes en familias de esta época: las computadoras se instalaron en un estudio al interior del hogar, y generalmente el principal usuario de computadora era el padre.


En 1994, Jane Margolis y Allan Fischer realizaron un estudio en la universidad Carnegie Mellon en Pensilvania-EEUU sobre este fenómeno, y descubrieron que era dos veces más probable que un hijo recibiera un computador a temprana edad que una hija, como describen en su libro: “Unlocking the clubhouse: Women in computing” [2]. A esto se le añade la preexistente brecha de niños impulsados hacia las ciencias exactas, especialmente matemáticas, vs niñas. A las madres, ocupadas en otros oficios, no se les publicitó esta idea de la tecnología fuera del uso de electrodomésticos como estufas, planchas y otros aparatos que agilizaran su labor en el hogar y para las hijas la propaganda siguió siendo de muñecas y vestidos, artefactos y elementos para aprender a ser mamás y continuar silenciosamente con las tareas del cuidado.


Sin embargo, esto no quiere decir que las mujeres dejaran el campo, pero ciertamente fue evidente que no fueron impulsadas a pertenecer a este. Del 37% en 1995, el número de mujeres se redujo a 24% en 2017, y a 22% en 2022. Es curioso que, en ciencias e ingenierías antes dominadas totalmente por hombres, las mujeres con su esfuerzo y lucha estén ganando participación y voz, pero en este campo particular, antes tan próspero en mujeres, pasa lo contrario: se están perdiendo sus voces, sus aportes y sus historias. [2]

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Ilustración 2 [9] junior 1976.Publicidad para el "TMS"

 

Ahora bien, la familia y valores que se socializan al interior de esta, se pueden volver también un obstáculo para las niñas. ¿Qué pasó cuando los computadores llegaron al hogar? ¿Por qué en las familias no se impulsó a las niñas de la casa a perseguir este tipo de educación? ¿Por qué es más probable que se le dé a un hijo varón un computador? ¿O se le impulse hacia el campo de STEM? Este es probablemente la fuente más difícil de atacar, pero también la más crítica, si es duro luchar contra una cultura, luchar contra una familia es aún peor, porque las ideas de crianza y el proceso de socialización mismo, está fuera muchas veces fuera de la comprensión de la persona. La rebeldía de ir a un campo formativo y profesional que la familia no aprueba o simplemente no apoya no es algo fácil de conseguir, y muchas mujeres deben contrariar a sus familias para poder perseguir sus sueños y vida profesional.

 

En cuanto al sistema de trabajo, el software se volvió más crítico y lucrativo, y sus prácticas por el fenómeno cultural de los “Gigantes de la tecnología” como Mark Zuckerberg, Steve Jobs y otros íconos, genios enfocados solo en sus ideas que dan la imagen de recluidos y 100% dedicados a su trabajo, sin tiempo para nada más cambiaron el campo, especialmente en cuanto a la contratación. Las empresas empezaron a contratar por tipo de personalidad y enfoque, y fue así como la cultura de quedarse hasta altas horas de la noche trabajando en software se arraigó en el ambiente de trabajo, una cultura que no deja espacio para cuidar de hijos, parientes, y otros oficios generalmente designados a las mujeres. [2] También empezó un machismo simbólico, donde entre charlas, chistes y memes se da a entender que las mujeres no tienen cupos en el campo, que programan mal, que no saben matemáticas, o que simplemente como no están tan dedicadas a su trabajo, no tienen cabida. Las mujeres empiezan a sentirse excluidas de la tecnología con esta nueva cultura. Excluidas de un campo que ellas prácticamente crearon, un campo en el que fueron fundadoras.

 

Esta cultura no solo les hace daño a las mujeres, sino también a quien trabaje allí. Se impulsa la idea de un trabajador recluido y enfocado solo en su empresa, lo cual tiene consecuencias adversas a largo plazo, desde generar Síndrome de Burnout hasta la pérdida de un sistema de apoyo, y otras interacciones sociales cruciales para el ser humano. [10]

 

Por otro lado, el sistema educativo marcó otra diferencia, los hombres al ser introducidos más jóvenes al campo, solían llegar a las universidades con experiencia previa y era más probable que un hombre se saltara las clases introductorias, ya que podría estar fácilmente inmerso en el campo hace años. También era más fácil para los hombres estar dentro del molde que buscaban las empresas. En el Massachusetts Institute of Technology (Una de las Ivy Leagues más importantes en Estados Unidos, notoria por sus avances en tecnología, y según QS World University Rankings, la mejor universidad del mundo para estudiar Ciencias de la Computación [5]) evidenciaron este problema, y para impulsar a las mujeres a continuar (después de ese desánimo que genera saber menos que sus compañeros y luchar contra una cultura sexista) vincularon y nombraron a más profesoras en los cursos introductorios, además, cuando designaron a una mujer como la cabeza del departamento, el número de mujeres estudiando en él subió. La representación importa y se deben tener modelos a seguir. [3]

 

La Universidad Nacional de Colombia, y especialmente la Facultad de Ciencias Humanas de la sede Bogotá ha adelantado algunas investigaciones -aunque pocas- sobre este tema, tal y como se ve en el artículo denominado: “Género e Ingeniería: La identidad profesional en discusión” de la profesora Luz Gabriela Arango:

 

En su libro Dreams of development. Colombia's National School of Mines and It´s Engineers, 1887-1970 (1997), muy inspirado en el trabajo de Mayor, pero en el que introduce interrogantes relativos al género, Pamela Murray muestra cómo el egresado de la Escuela encarnaba un ideal masculino, el del ingeniero prometeico, agente del progreso y el desarrollo. Esta imagen se inspiraba parcialmente en el ingeniero y sociólogo Herbert Spencer, por su visión positivista de la sumisión de la naturaleza y los seres humanos a leyes científicas. De acuerdo con Tulio Ospina, primer rector de la Escuela Nacional de Minas, los latinoamericanos debían emular el carácter anglosajón que había forjado tanta riqueza y cuyas cualidades eran para él el orden, la energía y la constancia. El modelo de ingeniero que promovió en sus inicios la Escuela Nacional de Minas combinaba elementos del ideal del burgués “gentleman” y práctico, que pretendía remplazar el antiguo ideal del hidalgo con una ideología regionalista que elogiaba a la raza antioqueña, el papel que Antioquia y la Escuela de Minas debían desempeñar en el desarrollo del país. [4]

 

En la Facultad de Minas, hay bastante silencio entre el cuerpo administrativo y profesoral, pero afortunadamente, eso está empezando a cambiar. Un profesor en particular y bastante crítico perteneciente al Departamento de Ciencias de la Decisión: Santiago Arango Aramburo reconoce que, se están “cometiendo errores” e identifica una necesidad de cambiar estereotipos, entre ellos el del “nerd programador”:

 

“No podemos encasillarnos en el estereotipo del nerd que está sentado frente a su computador todo el día, y no le interesa nada más que su código, porque termina siendo dañino para todas las personas en el campo. Necesitamos llevar justicia a las mujeres como grupo, darles crédito a las pioneras y traer esas cartas cruciales de vuelta al campo. Hay una necesidad de justicia, equidad y transformación social, se nota mucha arbitrariedad y discriminación de la que ni se habla. En algunas universidades se ha logrado paridad de género en sus programas de maneras diferentes, desde incentivar el ingreso de mujeres con más modelos de rol (profesoras, especialistas, conferencistas, etc.) femeninas hasta elegir más mujeres para sus programas, solo que en la Universidad Nacional tenemos un sistema muy diferente para el ingreso.”

 

La Facultad de Minas, entre su falta de nombres y referentes femeninos en la narración de la historia de las disciplinas, y los auditorios, salones y pasillos llenos de rostros y nombres masculinos, está poco a poco reconociendo la necesidad de motivar a las mujeres que habitan sus aulas. Con iniciativas formativas como el semillero: “Ponte las gafas violetas”, y la asignatura electiva: “El retorno de las brujas: Mujeres en la ciencia y equidad de género en carreras STEM” se dan pasos importantes. No obstante, a pesar de que la universidad se esfuerce, no es suficiente, puesto que las mujeres ya estamos en la universidad lo logramos, pero perdimos a muchísimas en el camino, en el proceso de admisión y en la formación escolar, por prejuicios y estereotipos que continúan reproduciéndose con mucha fuerza. Es preciso reconocer que la Universidad Nacional cuenta con programas dirigidos a niños, niñas y adolescentes de parte de la Dirección de Investigación y Extensión, donde se impulsa el desarrollo de habilidades de pensamiento lógico matemático, tal y como se plantea y desarrolla en el Programa de Niños científicos de la UNAL.

 

Una edad crítica, donde muchas niñas se desinteresan por el campo viene de los 13 a los 17 años, rango en el que los y las jóvenes suelen decidirse por una carrera. ¿Qué pasa con las mujeres jóvenes en esta edad? ¿Existe algún programa, plan o estrategia de largo alcance? La respuesta es: nada con perspectiva de género.
Para jóvenes en general, el gobierno actual ha lanzado iniciativas como MISION TIC, pero no se habla a gran escala de animar a mujeres, ni de algún programa especializado para ellas en Colombia. En otros países han surgido iniciativas independientes para mujeres, como Girlswhocode.org en Estados Unidos, quienes han educado aproximadamente a 500.000 mujeres, niñas y personas no binarias en Ciencias de la Computación, según su reporte, sus graduadas deciden educarse en Ciencias de la Computación 7 veces más frecuentemente que en el promedio nacional.

 

¿Qué falta para que se hagan iniciativas así en Colombia? ¿Qué falta para que las haga la Universidad Nacional? Si se tiene un interés real en la incorporación de mujeres en el cuerpo estudiantil de la carrera no es para descartar la idea de conferencias, cursos de extensión, crear grupos de investigación y otro tipo de invitaciones a mujeres y niñas con la universidad como lugar de cambio para mostrar que si se puede, dar esa inspiración a jóvenes antes de perderlas en esa trágica edad de los 13 a los 17, difundir los campos, la hacer de la “historia secreta” de las mujeres, la gran historia válida de las mujeres no solo en la programación, sino en las ciencias, donde no se esperan y dar modelos a seguir, un impulso para mostrar lo que fueron, son, y pueden ser las mujeres en la ciencia. Para una niña, un modelo de rol a seguir puede cambiar el rumbo de su vida hacia las ciencias, la inspiración puede marcar un antes y después en su vida.
Esto no es con la intención de dejar a los niños u hombres de lado, sino de enfocarse en una población donde se sabe que históricamente hay un problema, hay una brecha y esa inspiración es necesaria.

 


Atacar efectivamente el problema de representación no es una tarea sencilla. No se impulsa al género femenino hacia estos campos de la misma manera que se hace con el masculino, desde niñas en el seno familiar se está dejando perder a las futuras mujeres en la ciencia [1]; y ojalá se pusiera más fácil cuando van creciendo. Todos los fenómenos que desaniman y alejan a las mujeres están tan arraigados en la cultura que puede ser una lucha de décadas o más, estando incrustado en la sociedad desde micromachismos hasta vetos explícitos a las mujeres.


Con cada esfuerzo se acorta la lucha de las mujeres en tecnología, donde se ha negado su papel desde la historia hasta el trabajo, como suele pasar con la labor de mujeres y grupos dejados a un lado. Con cada niña o mujer que decide aprender se cierra esa brecha, y con cada una que logre entrar al campo, ejercer y obtener el merecido reconocimiento se cae una vieja creencia que le cerraba las puertas a las mujeres. Por años se ha negado el sexismo en las ciencias y otros campos similares, donde hablar de género es considerado una muestra de poco profesionalismo o “como un arma apuntada hacia la cabeza” [6] es desalentador ver, escuchar y vivir estos obstáculos, pero los esfuerzos que hace cada mujer o persona que decide reconocer y enfrentarse a estos obstáculos cierran la brecha y abren mentes, para algún día llegar a un campo que le dé la bienvenida a todas las grandes mentes que se dirijan a él. Incluyendo a sus fundadoras y pioneras, injustamente olvidadas.

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Ilustración 3. Collage de mujeres. Elaboración propia.

 

 

 

Referencias bibliográficas